De allí me tomé un bus hasta la Andina y caminé hacia el hostel. Tenía que abandonar la habitación, con lo cual había mucho por ordenar. Cuando terminé con eso rajé hacia la casa de Luis Maldonado, lejos, a una hora y tres medios de transporte de distancia. La entrevista se prolongó durante dos horas y media, y yo ya tenía un cansancio mental del cual sólo podía salvarme la elocuencia de un líder también histórico del movimiento. El tiempo se pasó al punto que se sorprendió de que llegaron sus hijas del colegio y él no les había preparado la comida. Me tuve que ir, un poco caminando y otro poco a pie, buscando la parada del bondi que me dejara en parque Turismo, donde tomaría otro bondi que me dejaba para tomar la ecovía, en La Marín. Para esa hora se me había hecho tarde con la entrevista a Luis Fernando Sarango, rector de la Universidad Amawtay Wasi. Llamé y me informaron que el doctor no había llegado aun así que aproveché y me mandé. Una vez en la universidad, no pude más que comprar una de sus publicaciones porque Sarango no llegaría. Avisó que estaba demorado en una actividad en la selva o algo así… eran las 16.30hs. Fotocopié el libro de Luis Mantoluisa y se lo llevé a la DINEIB. Para cuando llegué a las 18hs. no quedaba ni Ángel Ramírez en la oficina, pero su secretaria me lo recibió. De allí caminé al hostel. Me senté tranquila con la compu a tomar una merienda y envié los últimos mails de agradecimiento y despedida: Valeria Coronel, Susana Freire, Alejandro Moreano, entre los pendientes. De allí, el taxi al aeropuerto. Pensando en dormir al menos cuatro horas y deseando que en Santiago no se me noten las lagañas de este viaje, aunque sí un poquito las arrugas.
Viaje a Ecuador
Diario de dos argentinos en la mitad del mundo
miércoles, 27 de octubre de 2010
Día 19 – Con el último suspiro
De allí me tomé un bus hasta la Andina y caminé hacia el hostel. Tenía que abandonar la habitación, con lo cual había mucho por ordenar. Cuando terminé con eso rajé hacia la casa de Luis Maldonado, lejos, a una hora y tres medios de transporte de distancia. La entrevista se prolongó durante dos horas y media, y yo ya tenía un cansancio mental del cual sólo podía salvarme la elocuencia de un líder también histórico del movimiento. El tiempo se pasó al punto que se sorprendió de que llegaron sus hijas del colegio y él no les había preparado la comida. Me tuve que ir, un poco caminando y otro poco a pie, buscando la parada del bondi que me dejara en parque Turismo, donde tomaría otro bondi que me dejaba para tomar la ecovía, en La Marín. Para esa hora se me había hecho tarde con la entrevista a Luis Fernando Sarango, rector de la Universidad Amawtay Wasi. Llamé y me informaron que el doctor no había llegado aun así que aproveché y me mandé. Una vez en la universidad, no pude más que comprar una de sus publicaciones porque Sarango no llegaría. Avisó que estaba demorado en una actividad en la selva o algo así… eran las 16.30hs. Fotocopié el libro de Luis Mantoluisa y se lo llevé a la DINEIB. Para cuando llegué a las 18hs. no quedaba ni Ángel Ramírez en la oficina, pero su secretaria me lo recibió. De allí caminé al hostel. Me senté tranquila con la compu a tomar una merienda y envié los últimos mails de agradecimiento y despedida: Valeria Coronel, Susana Freire, Alejandro Moreano, entre los pendientes. De allí, el taxi al aeropuerto. Pensando en dormir al menos cuatro horas y deseando que en Santiago no se me noten las lagañas de este viaje, aunque sí un poquito las arrugas.
martes, 26 de octubre de 2010
Día 18 - Con la agenda ajustada
Empecé la mañana entrevistando a Marlon Santi, el presidente actual de la CONAIE. De allí corriendo hacia la Asamblea Nacional; y tuve unos minutos con Lourdes Tibán, asambleísta del Pachakutik. Salí de la asamblea con tiempo de una hora antes de la próxima entrevista y me metí en la biblioteca vidriada que hay en medio del parque El Ejido, justito porque se largó un fuerte granizo.
Más temprano en la mañana tuvimos un desencuentro con Luis Maldonado, así que lo pasamos para el miércoles a las 11am. Por mí mejor, para no terminar tan rota hoy.
Marlon Santi me recibió en su oficina y tuvimos una charla de un poco más de media hora. Son los casos en que no sé para qué estoy haciendo la entrevista. Desde mi punto de vista no entraba en la categoría de intelectual, pero durante la charla me pareció más que sí. Cuando le pregunté sobre la existencia de intelectuales en el movimiento, me dijo que todo dependía de qué entendía por intelectuales. Que los había, pero de dos tipos: aquellos que se formaron en la academia y que cumplen funciones más técnicas. Y aquellos que tal vez también se formaron en la academia pero han atravesado toda su reflexión con el pensamiento indígena. En fin… me dio tela para cortar.
Lourdes Tibán estaba en reunión interna, y acababa de festejar su cumpleaños en la oficina de la Asamblea. También acaba de ser madre y de estar involucrada con los acontecimientos del 30-S, con orden de captura incluida. Sin embargo, también me dio media hora de su tiempo. No dudó de la existencia de intelectuales en el movimiento pero sus respuestas estuvieron mayormente dirigidas al contexto actual. Fue un poco incómodo porque la entrevisté en su oficina, donde nos rodeaba un cierto aire de “hay cosas más importantes que resolver aquí”, así que no le pude sacar jugo. Sinceramente, creo que no me sirvió para nada. Me gustó conocerla. Es una mujer joven y con un discurso muy firme, igual que Marlon Santi. Pero con la presión sobre la voz, le pregunté bajito cosas que no respondió, y dejé de preguntarle otras que no pude hacer surgir “espontáneamente”.
Calmó la lluvia y salí para la DINEIB. Hablé poco con Luis Mantoluisa, un intelectual de la primera hora del movimiento, con una trayectoria de construcción desde la educación. Me dio la impresión de que al principio no le interesaba mucho dar la entrevista, pero luego se enganchó porque hablamos más de su propia historia que del concepto de plurinacionalidad. A mí me sirvió para conocer las dificultadas en la implementación de la educación bilingüe (que, por cierto, es bilingüe sólo para los indígenas) y me dio un libro suyo para fotocopiar que veré cómo coño hago para devolverle mañana. El libro me pareció de lo más interesante. Se llama “Nuestra Ciencia”.
De allí volé al encuentro con Blanca Chancoso, otra lideresa histórica del movimiento que no se considera una intelectual. Blanca me contaba que ella también era un poco reacia a dar entrevistas porque muchas veces eran leídas por sus principales enemigos para conocer y combatir mejor al movimiento. Y me dijo, con mucho respeto, que desde la academia generalmente resultábamos funcionales a la manipulación y la lucha política. Pero que bueno… también estos trabajos eran un arma de doble filo porque podían servir para dar a conocer su experiencia en otros países y para abrir el debate.
Finalmente, casi con la lengua afuera, llegué a la charla con Alejandro Moreano. Creía que ya había saturado un poco bastante mi muestra de intelectuales no indígenas… el sentido de estos testimonios era conocer el proceso de construcción sobre la idea de nación previas al debate sobre el Estado Plurinacional. Pero Moreano le agregó la perspectiva de clase y, por fin, hizo algunas declaraciones polémicas. Si bien su intención era provocar, me pareció escuchar en sus palabras la incomprensión de la que me hablaba Blanca. Esa que existe desde los intelectuales de izquierda. Ya me tocará desgrabarlo y afinar el oído porque el bar en que nos encontramos sonaba horrible. Llegué al hostel a las 21hs. e intenté ponerme al día con el blog. Me queda pendiente para mañana, antes de ver a Mónica Chuji a las 7 am. enviar mails de agradecimiento y contacto, y preparar mi ponencia, ya que el jueves llego a Santiago a las 6 y expongo a las 9.
lunes, 25 de octubre de 2010
Día 17 - Encuentros cercanos y lejanos
Ese lunes a las 10 de la mañana ya estaba en el ICCI, donde Luis Macas me dio una entrevista de tres horas. Yo no sé si es que él no sabía que yo sabía quién era él (¿?) o simplemente conserva la modestia a pesar de ser uno de los principales, sino el más importante, de los dirigentes que ha tenido la CONAIE (y, para qué ocultarlo, de mis entrevistados). En las elecciones de 2006, si llegó al 2% de los votos era mucho. Entre eso y algunas tensiones internas de las que me fui enterando por chismosa, se dice que quedó muy golpeado. Le pedí una introducción sobre su formación en el movimiento y en la academia, y terminamos hablando largo de la década del ´80, que para el movimiento ha resultado una “década ganada”. Sobre el final, me dijo que no le había preguntado sobre la Universidad Amawtay Wasi, y me contó un poco esa historia. El ICCI es un caserón antiguo pero reciclado, cerca de la Universidad Central y de la Gasca. Al terminar la charla, fuimos del ambiente principal (donde estaba la gran mesa de reuniones en la que grabé sus palabras) hacia la biblioteca, de unos 3x5 mts2. La mayoría de los textos eran publicaciones propias: la revista y el boletín, más alguna folletería que me fue pasando. Libros lo que se dice libros, muy poco. Me regaló también un enorme libro con cinco cd´s de “etnomúsica del Ecuador”. Cuando le pedí sus textos me refirió cortésmente a la página del ICCI pero le dije que ya tenía todo aquello y que me llamaba la atención que las publicaciones dataran del 2000 en adelante. ¿No artículos de los años ´90? Y ahí me explicó que en realidad no se llevaba muy bien con la computadora y que tendría que fijarse en su casa el material impreso de aquella época. Le respondí que no se preocupe (en realidad, yo ya me estaba volviendo y no daría el tiempo) y se quedó pensativo… ahí me dijo: tienes razón en que debería pasar mis artículos a la computadora, para que circulen, ¿no? Yo pensé que oooooooobvioooooo, si los necesito!!! Pero le dije que sí, que al menos para mí que vivo lejos, la información que circula en internet era fundamental… Y se quedó pensativo otra vez, ahora sin decir nada.
Quedamos en contacto por mail, aunque mucho no lo revisa. Y le dije que igual le iba a pedir sus artículos digitalizados, por si acaso hallaba alguno perdido por ahí. Me fui feliz, habiendo hecho una entrevista que me dijeron imposible. Me dijeron: la veo difícil porque estoy viajando con Macas en un avión hacia París, y es alguien muy difícil de contactar. Así que corriendo fui al hostel a descargar revistas y libros que me regaló el generoso Macas y miré los mails: la secretaria de Nina Pacari, a quien le había pedido entrevista para el miércoles por la mañana, me responde que la Dra. Pacari la atenderá hoy a las 15hs. si se puede acercar. Tenía una entrevista con Luis Mantoluisa a las 14hs así que no llegaba ni volando. Y tuve que elegir. Porque con una jueza de la corte no se jode. Llamé a Luis y le lloré que los de LAN me habían cambiado el pasaje de regreso y que perdón y que estaba demoradísima haciendo trámites y que miles y miles de perdones otra vez pero qué cosa, hoy no le quiero garantizar nada porque no sé si me liberan (o sea, tenía otra entrevista a las 17hs. en la universidad Andina), y bueno, qué tal mañana martes… y me dijo que sí, un poco seco pero no lo suficiente.
Así que acudí a la entrevista con Nina Pacari. Una maravilla. Me la cruzo en el ascensor, la reconozco, me presento, me saluda y ahí nomás, el silencio. Lo rompo preguntando si su secretaria le comentó el tema de mi entrevista y me dice: “si… ocurre que a mí no me gusta dar entrevistas para investigaciones. De hecho ya no las doy”. Momento Kodak. Rotundo silencio hasta el piso siete. Llegamos y saluda a toda su gente de manera muy cordial. Nada más alejado de la sequedad con que me recibió. Pasamos al despacho, nos sentamos, me dice algo así como “bueno, dime de qué se trata tu trabajo” y ahí nos interrumpe su secretaria: Doctora, ya están los doctores para la reunión. La esperan abajo.
Ok. La miro y le digo al trote: serán unos minutos apenas. Quiero consultarle por la conformación de una intelectualidad indígena en el Ecuador de los últimos años… y me interrumpe: “bueno, a mí ese término, intelectual, no me gusta para nada”. Saco el remo y le digo: claaaaro, por eso le quiero consultar, para tener su mirada sobre este concepto… y bueno, también un poco sobre los cambios en la idea de nación que supone el concepto de plurinacionalidad. Mi intención no es realizarle preguntas de la coyuntura política actual (me atajo), sino realizar un breve recorrido por aquellos años de conformación de la CONAIE y de esta propuesta… Bien, me dice. Veamos unos minutos. ¿Me permite grabarla entonces? (pregunta tonta pero bue…). Me hace señas de que sí, y arranco con una pregunta que siempre me ha servido para romper el hielo: ¿Por qué eligió estudiar derecho? Respuesta: eso no es lo que acordamos que me preguntarías. Mi pregunta se hundió cual Titanic. Sisisisiis, es cierto, mil disculpas, vamos de nuevo (a los bifes, pensé): Me decía que el concepto de intelectual indígena no le gusta ¿por qué? Y allí nomás arrancaron 40 minutos de entrevista en los cuales, con interrupciones y todo, Nina Pacari se fue aflojando. Incluso, algo habló de coyuntura política. Su espanto por el concepto de intelectual tenía que ver con esta idea de la torre de marfil… Y bue... su discurso se orientaba para otros lares que tendré presente en mi argumentación.
De allí, a unas cuadras, la Universidad Andina. Pasé por la oficina de Kowii para preguntarle por qué no me contó mejor lo del taller Kausana Cunchi, pero tenía una reunión con el rector y apenas llegó a invitarme a un encuentro sobre el rol de la mujer indígena, el miércoles por la mañana. Le dije que la verdad, no estaba segura si no tenía una entrevista, pero que lo intentaría. De ahí conocí a Alejandro Moreano, gracias a las gestiones de Francisco Proaño. Tomamos un café los tres y arreglé con Moreano una entrevista para el martes a las 19hs. (tardecito, así que mejor). De ahí, al hostel, a desfallecer.
domingo, 24 de octubre de 2010
Día 16 – Largo Domingo
Nicolás partió de regreso y me dieron muchas ganas de irme con él. Yo sabía que los días por venir serían agotadores y que pasarían rápido, pero la única excepción era ese mismo día, el domingo. Tenía trabajo que hacer pero tenía más la intuición de que la entrevista de la tarde no me sería de gran utilidad. Al menos la de Ampam Karakras sí lo fue. La versión de los indígenas amazónicos suele diferir de los serranos. Ampam tiene un discurso más relajado. No menos serio pero sí menos ligado a conceptos que a mí me fueran familiares. Me contó de diferencias históricas al interior del movimiento, que son las que ilustran su especificidad y su heterogeneidad; y prometió enviarme artículos de su autoría. Tomamos sólo un café y la entrevista acabó a las 13hs. Decidí llegar tarde a lo de Marco Andrade y le avisé que pararía a almorzar. Tomé el trole hasta el final y de allí un bus que me dejaba en la terminal de Carcelén, igual que el sábado. Pero allí me dí cuenta que me habían dado las peores indicaciones para llegar. “Tomas la única calle adoquinada que sale frente a la terminal, empinada hacia abajo”. No había ninguna calle empi-adoqui-NADA. Entré a caminar y atravesé avenidas y rutas. Pregunté por una parada de taxis que me dio como referencia y cuando llegué a la parada, imaginé que la calle sin nombre que salía de allí era la famosa que debía tomar. En Buenos Aires, uno sabe dónde es mejor no meterse. Aquí yo no sabía y entré. Y llegué a una especie de barrio privado pero humilde (sí, así es) que había hacia el fondo. Encontré la casa de Marco y cuando le conté mi tema, lo primero que me dijo (con sincera amabilidad) era que difícilmente él podría ayudarme ya que se había dedicado a la antropología ambiental. Aaaaaaaaaaaaarrrrgggggggggg!!! Yo sabíaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Y bue… le pregunté igual y creo que efectivamente no me sirvió en nada. El regreso fue más tranquilo. Y las pocas horas que me quedaban del domingo, también.
sábado, 23 de octubre de 2010
Día 15 - La gran feria
En la segunda parte (cabe aclarar que la duración de cada una depende, lógicamente, del tiempo total del que dispongo), en general, los tiempos se acortan. La red de información ya crece de manera exponencial y al salir de un lugar uno ya descubrió dos más; al salir de otro, otros dos y así. Por lo tanto, hay que comenzar a elegir y uno termina percatándose siempre de que en realidad no conoció nada, y los retratos que se pueden pintar sólo representan una muy pequeña porción de lo que vio.
Sin embargo, también uno aprende que “todo no se puede”, y que simplemente se trata de disfrutar al máximo las cosas que sí se hacen. De esta manera, ya había planificado pasar mi último día aquí, en la ciudad de Otavalo, donde se desarrolla la feria más importante del país.
Otavalo es el pueblo donde radica la burguesía indígena, quienes progresaron a partir del desarrollo del comercio con sus productos locales, de todo tipo. Principalmente sus coloridas vestimentas. Pero la feria creció y hoy se puede encontrar de todo
Como Blanca debía estar allí a las 9am para una entrevista y nuestros canales de comunicación eran mínimos, nulos a esa altura, mi viaje de regreso desde la costa debía ser preciso, calculado; algo que parecía imposible al principio. Pero debo subestimar mi perfeccionismo. Llegué a Quitumbe a las 5am, una hora antes de lo previsto, y como todavía no hay buses, tuve que aguardar esa hora, leyendo, escribiendo…
A las 6 tomé el metro y a las 7, como había prometido (en punto!!), estaba de regreso en el hostel. Acomodé un par de cosas para estar más cómodo y salimos a Otavalo, que está a como 90 km de allí.
Paréntesis de Blanca:
El director del Instituto Otavaleño de Antropología me dio unos minutos antes de dar una charla sobre textiles artesanales e industrializados en el mercado otavaleño. No fue una charla muy productiva porque la mayoría de las cuestiones que me comentó, las reiteró luego. Contaba que el Instituto se encuentra hace varios meses atravesando una crisis económica y que sólo cuenta con el aporte de investigadores asociados. Buscando los rastros del origen del debate sobre la plurinacionalidad, le pregunté por el taller Kausana Kunchik, que organizaron en Otavalo un grupo de estudiantes a fines de los ´70. Me confirmó que el Instituto no tuvo nada que ver en aquello pero me regaló un libro super interesante sobre los debates que dieron origen al instituto y sus antecedentes (entre ellos, un grupo cultural llamado algo así como “grupo Vasconcelos”).
Luego de la entrevista nos quedamos a una pequeña charla en el Instituto de Antropología, en la cual el disertante nos dejó bien en claro que la feria estaba muy lejos de ser algo propio de los indígenas del lugar, que ya se había convertido en un gran comercio globalizado de diferentes productos que no tenían nada de autóctonos, y que si lo eran, no tenían nada de artesanales. Menuda decepción. Sin embargo nuestro objetivo era comprar los regalos para llevar. También descubrimos la infinidad de cosas que uno puede hacer en los alrededores de la ciudad. A eso me refería antes…
Ya en la feria uno debe regatear todo. Nada vale lo que dicen y si uno pone un precio cuchichea un poco con su pareja y amagan a irse, el vendedor siempre cede. Dos dólares en Ecuador es una comida fantástica. Con una prenda de diez, casi se puede vivir una semana. Por otro lado la feria no está tan organizada. Si bien existe una hectárea principal, en las calles aledañas se van colocando los puestos en un radio de unas diez cuadras. Compramos todo, o casi todo, lo que pretendíamos y cuando quisimos sentarnos un rato, detrás de la montaña comenzaron a aparecer unas nubes negras amenazantes.
Al momento de arrancar el bus que nos devolvía a Quito, la lluvia empezó a aumentar su intensidad.
Con la cabeza seteada para el inevitable retorno, me fui a dormir feliz de todas las experiencias vividas y a sabiendas de que si algún día regreso, es mucho lo que me queda por recorrer y muchas las personas por volver a ver.
viernes, 22 de octubre de 2010
Días 13 y 14 – Al borde
Salí directo para entrevistar a Larrea en el SENPLADES y me atendió muy amablemente. Conversamos un poco de lo que ella denomina “golpe” del 30-S, y bueno, sobre el proceso de construcción de la nación en el Ecuador. Hasta el momento, la mayoría de los intelectuales están coincidiendo en el diagnóstico de que siempre estuvo vigente el debate sobre el carácter incompleto de dicho proceso. Lo primero que hice al salir fue llamar a Ampam Karakras, y acordamos una entrevista para el domingo a las 10 de la mañana en el Quicentro Sur, en un extremo de Quito. A las 14hs. ese mismo día tenía ya una entrevista con Marco Andrade, el antropólogo, que vivía en el extremo norte. Inesperadamente, gané un día. Pero como tampoco era cuestión de perder el viernes, me fui para Abya Yala, una editorial de los salesianos que son quienes más han publicado textos desde las ciencias sociales sobre el pueblo indígena. Hice una compra importante, y les pedí una caja. Para cuando llegué al hostel tenía más ganas de quedarme escribiendo. Si bien reiteré algunos llamados, tampoco tuve suerte. Pero en principio tanto sábado como domingo y lunes por la mañana estaban programados.
jueves, 21 de octubre de 2010
Día 13 - La Playa
Sus playas son de unos diez kilómetros de longitud, de los cuales el pueblo sólo ocupa uno. Aquí todos se dedican a la pesca o al turismo, no hay otra cosa para hacer. Y si bien se dice que es una playa de surfistas, realmente no hay tantos y las olas no alcanzan el metro de altura, aunque, claro, la temporada arranca recién en… un mes.
Es un sitio realmente muy tranquilo en donde el permanente sonido del rompimiento de las olas sobre la orilla, luego de un rato se hace parsimoniosamente adictivo.
El agua es cálida día y noche; y cuando uno se mete, inevitablemente debe compartir el espacio con los cuantiosos pelícanos, verdaderos dueños de este pedazo del Pacífico.
Hay otro tipo de aves, negras como cuervos, de las cuales nadie sabe su nombre, ni cuándo llegaron, pero sólo aparecen por la mañana, cuando se lleva a cabo el espectáculo de los pescadores, que sacan del mar sus redes de unos 200 metros de extensión con el enorme esfuerzo de diez o quince personas y al llegar las marítimas presas a la orilla, estas aves se abalanzan sobre ellas para robar algún bocado.
Por la tarde, el sol cae sobre el morro que está al sur, que nos priva de ver la fusión del centro del sistema solar con el océano, espectáculo que sí se puede apreciar en playas más sureñas.
Termino de escribir estas líneas y llega el bus que, creo, me va a llevar lejos de aquí. Las grandes máquinas ya llegaron a este paraíso que hace unos años casi ni existía. La construcción es el nuevo negocio. Hoteles y caminos se están haciendo para que, en poco tiempo, mucha más gente se acerque a pasar sus vacaciones. La virginidad ya se perdió. Es hora de caer bajo las insaciables fauces de la colonización turística, que no deja belleza natural sin devorar.
miércoles, 20 de octubre de 2010
Día 11 - Día Perdido
Día perdido. Bueno… no tanto…
Desperté el martes con una terrible descompostura. Primero bebí guayusa, una infusión de hojas selváticas que se supone, entrega energía al cuerpo. Luego, los franceses me dieron una píldora para secar el vientre. Luego, Ruth, una de las chicas alemanas, cuya madre es homeópata, me ofreció un barro (así lo dijo, literalmente, y así sabía) para beber diluido en agua. Tal vez era demasiado, pero de tres tipos distintos de medicina, alguno debía funcionar.
El grupo partió con lluvia, que luego devino en tormenta, justo después de que Rosario practicara en mí un ritual para curarme. Quedé tumbado, descansando. Cuando desperté, aburrido de perder tiempo, me puse a leer Cumandá, LA novela nacional, escrita en 1879 y que retrata las costumbres de las culturas indígenas, desde la perspectiva de mestizo, claro. La vida en comunidad que allí llevan es, realmente y coincidiendo con Pablo Dávalos, uno de nuestros entrevistados en Quito, lo más parecido a una experiencia socialista. Las mujeres se levantan bien temprano para encargarse de los cultivos y luego se dedican a los quehaceres del hogar, mientras “cuidan” (no necesitan ningún cuidado) de los niños, que ya regresaron de la escuela. Los hombres buscan el alimento carnívoro y se dedican a conseguir los alimentos para luego construir. Además, cuando necesita algo más complejo o sofisticado, simplemente realizan una “minga”, en la que toda la comunidad participa.
Mientras me encontraba leyendo, bajo un techo que me permitía observar con privilegio la caída de la lluvia, Juan Ventura, uno de los chicos que se había encariñado con nosotros, se acercó y me pidió que le leyera un poco. Cuando me di cuenta eran una docena a mi alrededor. Dudo que estuvieran muy compenetrados en mi lectura, pero cada tanto, al oir palabras propias de su cultura, sí se emocionaban.
Por la tarde, ya sin lluvia y con el estómago un poco mejor, me sumé al paseo en canoa. Al principio era un poco indignante porque la propulsión era a motor y en las partes bajas del río, donde el bote encallaba en las rocas, ellos bajaban a empujar… así que deseé que se rompiera el motor.
Cuando estábamos retornando río arriba, ya sin Luis y los alemanes que se habían bajado a tomar el bus pues ellos regresaban un día antes, se rompió el motor… cuidado con lo que desean…
Tuvimos que bajarnos y caminar, ya que se les dificultaba mucho, y era aún más indignante, empujarnos.
Por la noche, luego de cenar, hicimos una nueva caminata por la selva. Los ruidos son otros, la selva misma cambia.
Tras una mejor noche que la primera, nos despedimos al mediodía, de manera emocionante (porque las despedidas son esos dolores dulces, no?) de la comunidad para regresar al Puyo, el lugar donde los domingos abren los bancos y muchos otros locales. Y esa fue nuestra experiencia en la selva… Regresamos para Quito, llegando al anochecer y nos despedimos. Blanca se quedaba allí. Yo me iba a la playa, a tomar, eso al menos pretendía, un poco de sol.