miércoles, 20 de octubre de 2010

Días 8 - Viaje a la Amazonía


Escribo esto desde el bus que me devuelve desde el Puyo a Quito. No tengo ni mucho tiempo, ni mucha batería. Además, llego a la gran terminal de Quitumbe y debo coger un nuevo bus a la provincia de Esmeraldas, para llegar a las deliciosas playas de Mompiche, consejo de un amigo que algo entiende de viajes (“Nico, TENES que ir a Mompiche”, me dijo).Así que pues trataré de ser lo más extenso en contenidos y los más breve en extensión.


Partimos a la provincia de Pastaza sin demasiadas certezas el día sábado bien temprano. Como llegamos a la terminal más tarde de lo planeado, decidimos “in situ” pasar el día en Baños, un pueblo cuyo principal atractivo son sus cuatro piletas de cálidas aguas termales. Cuando llegamos, resulta que el lugar tenía sólo una habilitada a esta altura del año. Se llena de ecuatorianos que van a pasar el fin de semana y el pueblo está neta y comercialmente (casi únicamente) preparado para el turismo. Todo paquetes. En el mejor de los casos, alquilar una bici e ir a las cascadas.
Pasamos la tarde en la pileta descansando tras la larga semana de trabajo y decidiendo entre nuestras tres posibles opciones: tomar un bus por la noche a Puyo y “ver qué onda” el domingo allí o comprar uno de los dos paquetes que nos había ofrecido el muchacho de la oficina de turismo, uno de tres días al Puyo u otro de cuatro a Lago Agrio. La decisión no fue fácil, pero con la luna creciendo a mi favor y bajo la consigna “nada puede salir mal”, optamos por ir solos al Puyo, una ciudad donde, según nos dijeron, no hay nada. Nunca debí decir eso.Llegamos y cogimos un taxi hasta el hotel que nos habían recomendado. Estaba alejado del centro, el dueño no se encontraba, no tenían, por ende, registro de nosotros y la noche costaba 29 dólares!!!! Casi no habíamos comido en todo el día y allí no había sitios, pero nos convencieron (porque además llovía) de que nos quedáramos allí y al otro día arreglaríamos. No encontré agua caliente para la ducha pero no me sentí en posición de reclamar nada. Alrededor de las once de la noche entró un contingente e hicieron espantoso ruido, desvelándome. Cerca de las tres, deja vú. Decidí levantarme y chistarles algo, no sé qué, que por suerte funcionó.Nos levantamos con una lluvia torrencial que atrasaba nuestros planes. Desayunamos pacientemente, arreglamos nuestra situación allí (finalmente nos cobraron 20 por persona), paró de llover y fuimos a caminar por la ciudad. Al ser domingo, muchos negocios estaban cerrados. Pero cuando ya hasta estábamos pensando en volver a Baños a tomar desde allí un tour, consultamos en un hotel que se prestó a llamar a un guía que vino, y nos ofreció exactamente lo que estábamos buscando. La luna seguía llenándose y con ella cambiaba nuestra suerte.Hasta aquí por hoy. Blanca se encargará de contar las peripecias en la selva.

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